Hay varios puntos de inflexión en el crecimiento de una agencia.
Uno de ellos es la delegación de tareas.
Delegación de tareas de forma efectiva, por supuesto.
Mira.
Cuando contraté mis dos primeros empleados no sabía que hacer.
Les di algunas tareas como buenamente pude.
Y más o menos fuimos saliendo del paso.
Hasta ahí era más o menos fácil porque estábamos juntos.
Yo estaba en una sala con ellos, y cualquier cosa hablamos.
Me tenían al lado, así que sin moverse del ordenador preguntaban.
Entonces delegaba pero en realidad no tanto.
Porque estaba atento a cualquier cosa en cualquier momento.
Con dos empleados esto es fácil, pero cuando hay más se complica.
Fui metiendo más gente y nos mudamos de oficina.
Seguíamos estando juntos, pero cada vez me molestaban más.
No podía dedicar mi tiempo a resolver todo.
Así acababa por no hacer nada en mi día a día.
Poco a poco crecimos más, y esto se volvió insostenible.
Las horas de trabajo por mi parte tuvieron que aumentar.
Ya trabajaba 14 horas al día obligado, pero encima no me daba tiempo.
No podía hacer mi parte de trabajo, eran horas muertas.
Era como si les delegase el trabajo
pero en el fondo siguiese haciéndolo yo.
Hasta que un día empecé a hacer las cosas diferentes.
Por supuesto, cambiar todo no fue cosa de un día.
Fueron muchos cambios a lo largo del tiempo.
Cursos, estudios, libros, preguntar a otros empresarios.
Me obsesioné con los sistemas y la delegación de tareas.
Porque mi vida había dejado de existir.
Ahora no tenía vida, ya solo tenía trabajo.
Y no podía ni irme de vacaciones porque se hundía todo.
Era un maldito castillo de naipes.
Y sin mí se iba a mierda.
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